miércoles, 26 de noviembre de 2008
Rosario de cuentas infelices
Igual que la luz cuando de noche se apaga
y en mi techo las ideas no dan la vuelta,
era el amigo fiel que no esconde el ojo
el recuerdo que la melancolía abraza sin despojo.
A este murmullo no se le permite salir
a estos ojos que no han visto, inventar,
a este cambio de casita, con Dios murmurar
desde que llueve, parcho, recibo una postal y decido, Huir.
Sin la inspiración de querer tocarte,
se filtran las palabras de un falso hasta luego,
por el espejo hacia las calles de la ciudad en que muero;
confundo tu sonrisa con un billete nocturno sin arte.
Lo que se de olvidar poco me ha quedado,
me duermo en la idea de pensar que aún puedo,
tengo la duda del silencio de Sodoma en su candor,
teníamos un mundo y no teníamos hambre de otro sudor.
Cae una ciudad entera sin devolver la ley a su Hacedor,
al cometer la dama el exceso de un Hola!,
le pongo una vela que quema el camino sin Roma,
dos caminantes, una interrogante y la copa neo sudor.
Nacer para perder,
caminar para cantar,
amar para odiar,
huir para vivir,
como amar si ya sabía que no llegarías,
como no caer sabiendo que tu me levantarías,
como escribir las auténticas si tuerces tus renglones,
cuan extraño es aún estar vivo, después de todo mujer.
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